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  • Foto del escritorThais Aguilar

Cómo se refuerza la violencia de género en el lenguaje de los medios de comunicación

Actualizado: 21 jun 2022

(*) Artículo basado en una investigación realizada para la Revista de Medicina Legal de Costa Rica [Med. leg. Costa Rica vol.18 n.2 Heredia Sep. 2001]


El tratamiento de estos hechos noticiosos permite dibujar el perverso mecanismo de la sociedad patriarcal que hace que la sociedad y, en este caso, los medios de comunicación y sus profesionales, en su ejercicio del oficio informativo, refuercen estereotipos que victiman o culpabilizan a las mujeres que sufren este tipo de agresiones.


Es por ello que no podemos restarles importancia a las instituciones que, con sus funciones, acciones e influencia, puedan estar contribuyendo con la generación, promoción y mantenimiento de la violencia de género. Los medios de comunicación son parte de esas instituciones y constituyen un espacio de socialización y reproducción de modelos, valores y comportamientos muchas veces aprobados y legitimados por las sociedades.


En este marco de acercamiento a la realidad, es absolutamente común que profesionales de la comunicación partan de estereotipos sexistas para caer en enfoques poco edificantes de las mujeres, a la hora de informar sobre la violencia de género y continúen victimizando y hasta culpabilizándolas por esa violencia y justificando a los agresores y femicidas.


No en vano, la cultura está repleta de proverbios sexistas como el que dice: "Casarse con una mujer equivale a comprar un potrillo. Se la puede montar y dar latigazos a gusto".


Características generales de la cobertura de la violencia de género


En general, las noticias relacionadas con los delitos por violencia de género –excepto las que se refieren a otras formas de combatirlo o el anuncio de nuevas legislaciones o estudios--, son publicadas en las secciones de sucesos o "crónica roja", donde se dan a conocer todo tipo de delito contra le ley. Ubicarlas en ese apartado, estigmatiza el problema y lo diluye, restándole la importancia que demandan algunos sectores sociales que presionan porque sea considerado "emergencia nacional" o "de salud pública", como instituciones de defensa de los derechos de las mujeres sugieren que se catalogue.


Las informaciones, en su mayoría, recurren a escabrosos detalles sobre cómo se asesinaron a las mujeres, adosados con expresiones románticas sobre el amor y los celos cegadores con que actuó el asesino, la pasión en la relación y las discusiones de la pareja. Algunas veces se dan antecedentes de la violencia que sufría la víctima, otras son sobre la historia del "mal carácter" del asesino, así como casos en donde el hombre suplicó a la víctima que no lo dejara o que volviera con él. Estos detalles, en términos generales, no aportan nada a la información del hecho y tienden a cargar de dramatismo el femicidio.


De acuerdo con la condición social de la víctima y su nacionalidad, la información cambia drásticamente en el tratamiento. Por ejemplo, los crímenes cometidos por parte de hombres extranjeros –excepto si son norteamericanos--, son casi siempre detalladísimos en las descripciones sobre cómo actuó, la forma en que preparó la muerte y cómo mató a su compañera.


Lo mismo sucede cuando son personas costarricenses de condiciones económicas bajas y medias.


Cuando las noticias abundan detalles, hay una tendencia a describir acciones de las mujeres que podrían considerarse –a la luz del análisis de mensaje--, provocadoras de los hechos violentos contra ellas.


Ejemplo de ello es la siguiente frase: "cuando salió por última vez de su casa desde el sábado en avanzadas horas de la noche..." (Extra, 14 de julio, 2000). Esta oración refuerza el perjuicio social de que una “buena mujer” no tenía por qué andar en la calle a altas horas de la noche.


Aquí se evidencia una de las formas de control social que sufrimos las mujeres a partir de nuestra identidad de género y es la que las "mujeres buenas" no andan solas en la calle y menos a "altas horas de la noche" de un sábado, un día de descanso donde el común de la gente sale a bailar, visitar personas amigas, ver una película, disfrutar de una fiesta o cosas por el estilo. Este tipo de frases no aporta nada a la noticia y la hace tendenciosa.


Otras noticias, en su afán por dar detalles innecesarios de los hechos, justifican o disculpan las acciones violentas contra las mujeres –pese a que la mayoría de los femicidios fueron premeditados--, debido a "estados alterados" de ánimo del agresor.


Una información de un periódico comienza así: "La ansiedad de que su exesposa y sus hijos regresaran a su lado después de un año de separados, lo llevó a desesperarse a tal punto que no compartió ni respetó la decisión de ella y de sus pequeños, quienes no querían volver a unirse a él por su violento temperamento, entonces tomó la determinación de asesinar de 20 machetazos a su ex cónyuge, Olga Umaña de 41 años, en un cuarto que alquilaba en la entrada principal en..." (Extra, 11 de mayo, 2000)


Pese a esta novelesca redacción sobre el femicidio, la persona comunicadora no es capaz de comprender que el asesino actuó con premeditación, alevosía y ensañamiento; atrajo a su domicilio a su expareja quien le llevó unos medicamentos, escondió un machete debajo de la cama donde convalecía y le asestó 20 violentos machetazos, lo que convierte al hecho en un acto macabro y gravísimo en términos sociales.


Informaciones e identidad

Los mensajes difundidos por los medios de comunicación juegan con las premisas sobre la identidad femenina que establece el sistema patriarcal. Se basan en la polaridad y la dicotomía ideológica sobre las mujeres que nos ubica en dos extremos opuestos, de mujer-ángel o mujer-demonio, y que refuerza la idea de que las mujeres somos madres, víctimas, sumisas, débiles y frágiles.


En contraposición está una cultura centrada en el poder masculino que ha convencido a "los hombres que la fuerza motivadora que domina sus vidas es la realización exterior y se les ha dicho a las mujeres que su fuerza motivadora es únicamente el amor."


Según la experta en género mexicana, Marcela Lagarde, la identidad de la mujer es un modelo en abstracción y está cruzada por un conjunto de cualidades, circunstancias y características esenciales que la definen como un ser social y genérico. Este género está embargado de cualidades de amor y entrega, de renuncia a sí misma y de sí misma, por lo que son mal visto los asuntos de las mujeres que tienen que ver con sus necesidades básicas de satisfacción personal. ¿Será eso lo que enfurece a hombres agresores y/o controladores y los lleva a matarlas?


En este juego de valores e identidades, nuestra cultura hace creer que los hombres son mas humanos que las mujeres, de ahí el "autoperdón" del asesino de la mujer asesinada ante la "falta grave" de la otra: jugar con su amor proveedor.


Lagarde afirma que, debido a este juego de identidades, el machismo es visto como un valor subjetivo y porque la sociedad es machista.


Al analizar los mensajes que informan sobre los hechos de agresión y muerte por violencia, la redacción de las noticias se centra en el estereotipo del cuerpo femenino, el cual está cruzado por dicotomía del "cuerpo materno" o el "cuerpo erótico". "El cuerpo materno se va modelando desde el nacimiento: empieza con los aretitos, pasa por la muñeca, por el jueguito de cocina, hasta que llega un momento en que ese cuerpo está educado para la maternidad. Es el cuerpo materno de las mujeres. El cuerpo positivo de la moral".


Probablemente es por ello que en casi todas las informaciones periodísticas siempre se dice que la mujer asesinada es madre de cierto número de hijas e hijos, cuando es un dato que no necesariamente se da su asesino.


El cuerpo erótico es negativo, desde el punto de vista de la moral, pero apreciado y deseado por los hombres, las mujeres somos evaluadas y aceptadas por la pasión que despierta y la reevaluación de una belleza sensualizada y erotizada. El cuerpo es la base de la condición de la mujer, da vida o da placer. Por eso si no se tiene –en el discurso patriarcal de pertenencia--, se golpea, se flagela, se mata.


No solo en las informaciones sobre la violencia de género los medios de comunicación muestran una imagen poco equilibrada de las mujeres y sobre los diversos aportes y estilos de vida de esas mujeres. Los programas o noticias insisten en presentarnos en papeles tradicionales, igualmente restrictivos, o muestran imágenes donde el cuerpo femenino es cosificado y sexuado, por lo tanto, presa de la violencia por servir de tentación a la lujuria.

Debido a este retroceso en el mejoramiento de la imagen de las mujeres, es que el capítulo J de la Plataforma de Acción de Beijing, "La mujer y los medios de difusión", denuncia la continuación de esta inequidad. Este capítulo constituye la primera denuncia y reclamo sistemático y social sobre la constante proyección de imágenes negativas y degradantes de las mujeres en los medios de comunicación, lo que atenta contra la identidad de las mujeres en todos los ámbitos.


"Los medios impresos y electrónicos de la mayoría de los países, no ofrecen una imagen equilibrada de los diversos estilos de vida de las mujeres y de su aporte a la sociedad en un mundo en evolución. Además, los productos violentos y degradantes o pornográficos de los medios de difusión perjudican a la mujer y su participación en la sociedad. Los programas que insisten en presentar a la mujer en sus papeles tradicionales pueden ser igualmente restrictivos. La tendencia mundial al consumismo ha creado un clima en el que los anuncios y mensajes comerciales a menudo presentan a la mujer como consumidora y se dirigen a las muchachas y las mujeres de todas las edades en forma inapropiada".

Como se construye a La Mujer

La Mujer es el concepto que prevalece en los discursos sociales e identitarios, sin considerar los múltiples tipos de mujeres que habitan nuestro país, nuestro barrio y hasta nuestra casa. La identidad de las mujeres podría definirse en la frase: "dime que debes hacer y te diré quien sos".


Prácticamente todas las sociedades siguen construyendo a las personas por medio de normas, valores, costumbres, mensajes, ausencias, presencias, bromas, discursos, símbolos, sanciones, etc., que se nos "venden" como "naturales". En el caso de las mujeres todas estas formas de control son constantes y están unidas a una postergación, invisibilidad y reclusión de las mujeres al mundo doméstico. En contraposición están los hombres para apropiarse del mundo exterior, del mundo público, fuera de lo doméstico.


Nuestro proceso de construcción de identidad se da a partir y en torno al discurso del hombre y al estar determinadas por lo masculino, las mujeres no podemos autoafirmarnos, construirnos como sujetas e insertarnos en procesos de autoidentidad. Esta realidad impide a las mujeres alcanzar una autoafirmación, no podemos designarnos a nosotras mismas como humanas, estamos condenadas a ser definidas como "lo otro".


Al ser consideradas "lo otro", somos definidas como objetos de placer para el hombre o como madres y en este contexto jugamos dos papeles fundamentales que se repiten una y otra vez con imágenes, frases, titulares, ausencias, estereotipos, discursos hablados o escritos, estos papeles son definir a las mujeres como madres –como reproductoras de la especie--, con características propias de cuidadoras, entregadas a los demás, sumisas, dependientas de otros más fuertes y buenas personas, todo ello en el ámbito de lo doméstico. Por ello, salirse de ese rol genera frustración, rencor, odio y juzgamiento por parte de la sociedad y de los hombres. Ante esta realidad, es difícil para una mujer que ha sido "construida" bajo estas premisas, salir de una situación de violencia.


De acuerdo con Quirós y Barrantes, la sanción y la condena frente a una conducta "anormal" de las mujeres tiene un significado mucho más grave que cuando la realiza un hombre; por ello, se tiende a creer que la violencia masculina contra las mujeres –sea física, sicológica o patrimonial -, se justifica como un problema de control de impulsos, por consumo de alcohol o drogas, una afirmación implícita constante que se da en las informaciones de los medios masivos de comunicación en casos de violencia de género.

En los casos en que una mujer asesina a otra persona, como el infanticidio, por ejemplo, la redacción de las informaciones tiende a juzgarlas fuertemente, pues este tipo de actos atenta contra la socialización femenina que nos obliga a ser seres-para-otras u otroos y no seres-para-sí.


Las mujeres estamos socializadas y construidas cultural y sicológicamente para vivir el amor como sacrificio, el sufrimiento, la postergación, la negación de sí misma y otras formas de ser-para-otras u otros.


Asimismo, "el cuerpo está en la base de la condición de la mujer", sostiene Marcela Lagarde. Ella ha definido al cuerpo femenino en diferentes cárceles:

"Cuerpo ocupado: las mujeres, para estar vivas, tenemos que ser ocupadas, miradas por los otros, tocadas y aprobadas.

Cuerpo habitado: de hecho, somos seres habitados por los otros. Nuestra preocupación no está en nosotras mismas, porque siempre, de manera central, están los otros. Se está pensando todo el tiempo en los hijos, en la casa, sintiendo por ellos o dispuestos a ellos.

Cuerpo objeto: porque hay un sujeto que decide: el cuerpo, la sexualidad está normada de una manera muy conflictiva para las mujeres y muy abierta y relajada para los hombres. Y es debido a que la sexualidad de las mujeres está normada para una sola ocasión, es monogámica y para toda la vida. (...) Nuestra sexualidad no es un sujeto que decide, en términos generales estamos normadas por una diferente moral, una diferente valoración de lo que hacemos mujeres y hombres.

Cuerpo expropiado: Son las madres y los padres los dueños tanto de los cuerpos como de las mentalidades de las criaturas. Hay una relación de propiedad con el cuerpo. No importa que la mujer quiera o no tener mas hijos, que esté enferma, que se sacrifique, que, si le duele las piernas, si está cansada, no importa, su cuerpo sigue siendo de los demás."


Es por ello que las informaciones periodísticas sobre violencia de género, dan a entender, entre líneas o de manera explícita, esta relación de pertenencia, de cuerpo ocupado, habitado, objeto y expropiado de mujer. Solapadamente se justifica esta forma de control cuando un titular reza: "Problemas pasionales continúan cobrando vidas" (El Heraldo, 6 de noviembre. Página 8) Tal parece que "la pasión" lleva a los agresores a caer en "conductas anormales", no se enfoca como una agresión sistemática, violenta y premeditada, como cualquier asesinato planificado, como se pone en evidencia en muchos de los casos de violencia de género que acaban en femicidios.


Estas actitudes y estas ausencias de sanción moral y ética por parte de los medios de comunicación ante la violencia de género, refuerza la supremacía masculina y la inferioridad femenina. Además, contribuye en sostener una serie de mitos en torno a mujeres y hombres con relación a su personalidad: que la mujer es coqueta, frágil, suave, dulce, sentimental, superficial, dependiente, maternal, voluble, sacrificada y envidiosa; mientras que el hombre es dominante, autoritario, agresivo, audaz, sobrio, conquistador, seguro, activo, intelectual, racional y fuerte.


A estas "cualidades" hay que sumar la conducta moral sexual permitida a cada cual: la mujer debe ser monógama, virgen, fiel, destinada a la casa; el hombre polígamo –debido a su sexualidad impulsiva e incontrolada, animal--, experto, infiel, destinado a la calle, al mundo.

Además de estas conductas, las mujeres nos vemos obligadas a definir nuestra feminidad en función del matrimonio y la maternidad, sin percibirnos a nosotras mismas con necesidades de realización personal más allá que nuestro rol de esposa y madre. Es por ello que, si estamos casadas, conviviendo o en relación sentimental con algún hombre, además de vernos más expuestas a formas de violencia y control personal, tendemos a sufrir más enfermedades físicas y mentales.


Al abordarse la información como un problema de celos e inseguridad del varón, se aminora la gravedad del hecho y se deja de lado otros ángulos de cobertura como el por qué las mujeres continúan viviendo en relaciones agresivas pese al miedo, las amenazas de muerte y los golpes. Tampoco se da seguimiento a las sanciones legales para con los asesinos, la situación en que queda la familia luego del hecho, las razones más profundas por las cuales los hombres llegan a agredir o matar a sus compañeras sentimentales, las posibilidades de atención en estos casos, las incidencias en la micro y macro economía y el monitoreo social que debería existir.


En lugar de ser "noticia" en la sección de sucesos o crónica roja, los casos de violencia de género deberían ocupar las secciones de salud o informaciones nacionales de importancia y las mujeres deberían ser las voces expertas cuando se aborden este tipo de noticias.

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